¿El emprendedor nace o se hace?

Durante los últimos años, en pleno apogeo del espíritu emprendedor en la sociedad, con tantos ejemplos de personajes importantes que están cambiando el mundo desde sus empresas, ha tomado partida en los diferentes espacios tanto informales como académicos la siguiente pregunta: ¿El emprendedor nace o se hace?

Esta pregunta, aún sin una respuesta clara (por lo menos validada desde el punto de vista científico) genera un sin fin de opiniones encontradas, partiendo desde el que asegura que el emprendedor nace y que casi por obra del destino, este, tenía un camino marcado y ese algo que corría por las venas que lo tenía destinado a la gloria; y también están los del otro bando, esos que aseguran que lo único que se necesita para ser un emprendedor son ganas y mucho mucho trabajo.

Con esta entrada, quise hacer parte de esa discusión, pero más que todo incentivar a mis lectores a participar en ella, aportando una opinión personal sobre esta duda casi que universal. Y es que para mí, el emprendedor se hace. Así es, considero que los emprendedores somos esos que por decisión propia elegimos tomar ese camino, y estoy muy de acuerdo con  el autor argentino Ariel Arrieta, cuando dice en su libro Aprendiendo a emprender: “no hay un gen pero sí existe un virus emprendedor que contagia a personas, organizaciones e instituciones que forman parte de un ecosistema. Decir que se nace emprendedor va en contra de aquellos que se animan a dar el salto al vacío y hacer sus sueños realidad”. Coincido con el autor, a pesar de que muchos resaltarán esos casos, de gente que casi de la noche a la mañana con una idea maravillosa han logrado más de lo que muchos en toda una vida, considero que la decisión de lanzarse a emprender partió de su propia voluntad, partió de ese interés en cambiar algo con lo que se sentían inconformes, creo que si existen personas especiales, que vienen cargadas de dones y que poseen ciertas ventajas por naturaleza. Pero, tengo la firme convicción de que sin un adecuado trabajo, una adecuada formación, y una gran disciplina estas ventajas otorgadas desde su nacimiento, se verían desperdiciadas u opacadas.

Casos como estos se ven muy frecuentemente en el deporte, en donde desde muy temprana edad se puede observar el talento que tienen algunos niños, esa facilidad que tienen para desempeñarse en alguna disciplina por encima de los demás, pero que a pesar de ello, muchos de estos se terminan retirando del mundo deportivo. ¿Por qué? porque les faltó formación, les faltó disciplina, les faltó apalancar esos talentos que les fueron otorgados, con mucha perseverancia. Mientras que del otro lado, se observan jóvenes que si bien no contaban con el mismo talento innato, fueron reforzando su técnica, fueron superando los obstáculos, hasta lograr convertirse en héroes del deporte. Un ejemplo de esto lo relata el hoy futbolista de mayor edad en jugar en un mundial Faryd Mondragón, quien contaba cómo desde pequeño no fue el más destacado, pero con su dedicación y trabajo, logró este gran récord, que muchos quisieran ostentar.

Retomando el tema del emprendimiento, creo que todos y cada uno de los seres humanos lleva un emprendedor por dentro, pienso que cualquiera que de verdad tenga la disposición de soportar y afrontar los desafíos que esto implica puede llegar a ser exitoso en este campo (unos con más facilidades que otros). Porque cuando somos emprendedores nuestro mejor aliado es el largo plazo y sobre todo recordar que la constancia debe ser ese complemento a todas las virtudes que la naturaleza nos ha otorgado, porque es la única que puede potencializarlas de tal forma que el camino al éxito, sea siempre, nuestro camino