Hoy, 5 de septiembre de 2016, los emprendedores de Colombia, pero sobretodo los del gremio tecnológico han recibido con sorpresa las declaraciones del viceministro de Transporte, Alejandro Maya, quien ha manifestado que desde su cartera se están preparando “unas demandas con solicitud de medidas cautelares, que permitan desactivar de manera definitiva las plataformas que están facilitando la prestación de un servicio de transporte ilegal en Colombia”, haciendo clara referencia a Uber, la plataforma que permite a sus usuarios conseguir un transporte seguro, ágil y confiable con tan solo oprimir un botón.
Las declaraciones del viceministro nos ponen a pensar, pero sobre todo a dudar de las verdaderas intenciones del gobierno por promover la innovación, y es que mientras el gobierno por un lado anuncia la creación del #TeamStartupColombia (un equipo de emprendimientos digitales referentes de la industria, en Colombia) y por el otro, le cierra las puertas y le declara la guerra a empresas que a través de la tecnología no solo han podido solucionar problemas del común y prestar servicios de valor, sino que además se han convertido en una nueva forma de vida para muchos quienes han encontrado en ellas la oportunidad obtener ingresos para sostener a sus familias, pagar sus estudios o simplemente generar ingresos extra de una manera digna, sobretodo en un país en el que las oportunidades son escasas y en donde vemos que mes tras mes crece la tasa de desempleo.
Y es que claro, se piensa en los taxistas, un gremio monopolizado por unos pocos que desde luego tiene una gran importancia política (sobre todo en plena campaña por el plebiscito) que se quedó corto de ideas al momento de innovar, de entender que ellos prestan un servicio y como tal debe cumplir con los estándares que exigen sus clientes o sino, estos se irán con la competencia. Entender que no le están haciendo un favor a sus pasajeros, quienes quieren y merecen ser atendidos dignamente, como si lo supo hacer Uber, quien además de apostarle a un servicio de calidad, también le aposto a servicios que mejoraran la movilidad de la ciudad, al lanzar su servicio Uber Pool, una alternativa que permite compartir el viaje a diferentes personas con rutas similares, sin duda, una apuesta a la cual ciudades con el tráfico de Bogotá deberían unirse y promover.
Sé que estarán pensando que soy un vocero más de Uber e incluso algunos pensaran que recibo algún tipo de pago por escribir esto, lo cual no es cierto, la realidad es que esto va mucho más allá de Uber y un eventual bloqueo de su plataforma en Colombia. El problema es el precedente, pues hoy la empresa que está en el ojo del huracán es Uber, mañana será Airbnb (Caso que ya está siendo evaluado ante las quejas de Cotelco por pérdida de clientes) después pasaremos a más empresas que están intentando salir adelante con modelos innovadores y de empoderamiento, pues no tardaran los almacenes ubicados en los centros comerciales en quejarse de empresas como Dafiti, empresa que vende ropa online o incluso en contra de tantas tiendas de ropa creadas a través de la red social Instagram, pues sería injusto que ellos tengan que pagar enormes costos de arriendos, compras de inmuebles, adecuación de vitrinas o de personal, mientras las empresas de la web les roban sus clientes. Por supuesto, también veremos a los supermercados de cadena quejarse de empresas como: Rappi, mercadoni o merqueo, que permiten realizar el mercado desde sus aplicaciones, lo cual disminuye el tráfico en sus tiendas y por ende los puede llegar a hacer menos atractivos para las marcas que realizan activaciones o que arriendan locales comerciales dentro de sus puertas. También veremos a bufetes de abogados protestar y exigir el cierre de empresas como mis misabogados.com, pues cada vez serán menos las personas y empresas que lleguen a sus puertas en busca de alguien que los represente.
Y no se confundan, claro que entiendo el punto de vista de los empresarios que sienten que no compiten en igualdad de condiciones, pero entiendo que la vía para equiparar fuerzas está en una regulación, en aclarar que está permitido y en qué condiciones, pero nunca en la prohibición, mucho menos en restringirles el derecho a las personas a elegir qué servicio quieren o no usar.
Como ven el problema actual no radica en que Uber sea bueno o malo, el problema se centra en que el gobierno cedió ante las presiones de un gremio, que ante su poca capacidad de reacción y de adaptación al cambio, se escudó en su poder político y electoral.
Hoy el gobierno, no solo le declaro la guerra a Uber, sin darse cuenta, también le declaro la guerra a la innovación.
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